Las continuas guerras organizadas por los Estados Unidos en su propio interés cuentan con la idiocia de los países lacayos que las secundan, y los resultados son siempre los mismos: miles y miles de muertos, y miles y miles de cadáveres vivientes huyendo de quienes les bombardean y ocupan sus tierras. Es una eterna noria que se repite permanentemente.
Como dice Llamazares, “cinismo humanitario” es la mejor definición que puede darse a todo lo que está acaeciendo. La siniestra y grotesca coalición al servicio de los de siempre que comenzó con la gran farsa de la exclusión aérea lleva camino de eternizarse, como ocurre en Irak, Afganistán, y ahora Libia. Ha causado ya un número terrible de muertos inocentes, pero en el Estado español se muestran orgullosísimos de su aportación bélica. Nuestras ministras se encuentran pletóricas. La de Defensa, Carme Chacón, plantea la prórroga indefinida de la misión en Libia, y la de Asuntos Exteriores, Trinidad Jiménez, muy “diplomática” ella, se dedica a visitar al Consejo Nacional de Transición en Bengasi, al que considera “legítimo representante” del pueblo libio.
La OTAN y esos extraños “rebeldes libios” hicieron oídos sordos a la propuesta de paz de Gadafi. La respuesta inmediata fue un bombardeo masivo al domicilio en el que se encontraban el coronel y su familia, con el resultado de la muerte de un hijo y de tres de sus nietos. A Gadafi no han logrado aún asesinarle, aunque no paran de intentarlo.
Ya se sabe: una noticia tapa a la otra, la fagocita, y así ocurrió con la posterior muerte de Osama Bin Laden. Para el pueblo norteamericano y, lo que es más grave, para varios países del mundo llamado civilizado, parece normal la rocambolesca y siniestra historia: que entrasen en un país extranjero las fuerzas de su ejecución, los Navy Seals, a las que el presidente y Premio Nobel de la Paz, Barack Obama, había encargado la “delicada” misión de asesinarle; dispararle un tiro en la cabeza al encontrarle desarmado, y disparar también a varios familiares y amigos que se encontraban en la casa y, rápidamente, llevarse su cadáver para tirarlo al mar, eso sí, alardeando de haberle dado sepultura de acuerdo con la ley y tradición islámica. No hay fotos de Bin Laden muerto, consideran que podrían producir un revulsivo. Hemos de creer a ciegas lo que nos cuentan. Lo insólito es que el Premio Nobel de la Paz 2009 se encontraba en esos momentos en índices bajísimos de popularidad, pero esta aberración le ha ensalzado de tal manera que casi está levitando.
Y si a nivel internacional la cosa está como está, a nivel nacional tampoco andamos cortos. Siempre he dicho que en este raro país nuestro hay palabras impronunciables, como República y autodeterminación. Lo que en el mundo entero se considera normal, aquí es criminalizado obviando que estas palabras tienen un sentido importantísimo y el inmenso valor de representar la dignidad humana. Se han cumplido 80 años de aquel 14 de abril de 1931 en el que se proclamó la República. La enorme trascendencia histórica y los logros alcanzados fueron brutalmente aniquilados por el golpe militar fascista que condujo a la terrible guerra civil que duró tres años. Fueron muchos miles los muertos que causó, pero lo peor vendría después, en los 40 años hasta la muerte de Franco. El 2 de marzo de 1974 sería ejecutado a garrote vil Salvador Puig Antich, y el 27 de septiembre de 1975, menos de dos meses antes de la muerte del dictador, fueron asesinados los cinco últimos fusilados del franquismo. Sus nombres eran: Juan Paredes Manot (Txiki), Ángel Otaegui, José Humberto Baena Alonso, José Luis Sánchez Bravo y Ramón García Sanz. Ninguno permitió que le vendaran los ojos. Pese al tiempo transcurrido la memoria de todos ellos permanece, y guardo mi recuerdo más emocionado. Algunos defendían la República, otros la autodeterminación, todos el fin de aquella dictadura y el nacimiento de un mundo nuevo.
Ahora nos frotamos los ojos con el Diccionario Biográfico de la Real Academia de la Historia. Algunos de sus biógrafos lanzan sus quiquiriquís y se quedan tan anchos. Por ejemplo Luis Suárez, que preside la Hermandad del Valle de los Caídos, es el encargado de escribir sobre Franco, lo hace con tanto cariño que convierte a aquel asesino despiadado en un ser casi angelical.
Nuestra democracia está coja, no es real. Nos perdimos por el camino de la Transición, por mucho que nos vendieran que fue ejemplar. Hoy estamos atados por una Constitución desfasada e inamovible que nos obligaron a aprobar engañándonos con la promesa de que ya la cambiaríamos cuando se hubiera consolidado la democracia y hubiera desaparecido el ruido de sables. Un régimen bipartidista blindado por la ley D´Hont, un sistema donde no existe la separación de poderes y donde nuestros políticos, bien mediocres ellos, no son más que marionetas con las que juegan impunemente los señores del dinero, que nos hacen pagar a los demás la crisis que ellos han causado y con la que se han forrado es el desolador panorama de esta país que un día soñó con vivir en democracia y libertad.
Pero no todo está perdido. La aparición del movimiento del 15-M ha sido un aldabonazo que ha despertado a muchos y, sobre todo, ha sido el catalizador del descontento y la lejanía de los ciudadanos con la clase política. No se sienten representados. Y los más de trescientos mil votos obtenidos por Bildu han dejado a esa clase política noqueada, aún no se ha repuesto del susto. En medio de tanta desolación, todavía quedan noticias esperanzadoras…
Cristina Maristany
Madrid, 10 de junio de 2011