Nuevo gobierno en Andalucía: Ser responsables con el pueblo es enfrentarse con las políticas que lo atacan
Nuevo gobierno en Andalucía: Ser responsables con el pueblo es enfrentarse con las políticas que lo atacan

Por J. Romero

La economía española bordea el abismo: se habla abiertamente de rescate y de un posible corralito que retenga en poder de los bancos el dinero de las familias trabajadoras; todos los días saltan nuevas alarmas que confirman que la política oficial es la principal responsable de la continua degradación social que sufren las clases populares; todos los gobiernos son conscientes (y ya ni siquiera lo ocultan) de que los continuos recortes que aplican, contra lo que prometieron en las campañas electorales, no calman a los “mercados” y nos hunden más en el pozo de la recesión;  y todos utilizan la misma coartada: su responsabilidad de estado  les obliga a agredir al pueblo.

En estas circunstancias, los ciudadanos esperan de sus representantes en las instituciones  más determinación, y  la izquierda institucional responde, como siempre lo ha hecho, con “responsabilidad”: responsabilidad para con el régimen y sus políticas contra las clases populares.

Tras las elecciones del 20 de noviembre, un exultante Rajoy barría en las encuestas y presumía del apoyo de la mayoría de los ciudadanos. La marea azul parecía imparable, pero la situación política en plena crisis capitalista es muy fluida y, en cuanto la derecha ha probado su intención de  profundizar aún más en el programa de recortes que había emprendido Zapatero desde mayo del 2010, el apoyo de los ciudadanos se desvanece a la misma velocidad, lo que exige de la izquierda claridad y firmeza en sus propuestas políticas, para no defraudar las expectativas de los trabajadores.

Hemos advertido otras veces de  que si, acuciados por el miedo a hundir el bipartidismo, el consenso y los demás pilares sobre los que se asienta el régimen monárquico impuesto en la transición, el PP necesitara el apoyo del PSOE, la dirección de este partido se lo brindaría sin dudarlo para hacer la política de Estado que le interesa a la minoría empresarial y financiera que domina España: podrían cambiar las formas, los ritmos, a veces la retórica, pero la política sería la misma, lo mismo que las excusas.

Y el tiempo nos va dando la razón: Rubalcaba y otros líderes del PSOE pueden desgañitarse hablando de respetar los servicios básicos, de garantizar los pilares del “Estado del Bienestar”, etc., pero han terminado ofreciendo unidad al PP y compromiso con sus políticas de estado, las realmente importantes, porque afectan directamente a los intereses más vitales de la mayoría trabajadora; y llegado el caso lo harán explícitamente (Soraya Sáenz de Santamaría, definía el resultado de la reciente cumbre autonómica como un Pacto de Estado para garantizar la reducción del déficit). Lo mismo ha hecho el PASOK en Grecia o el PSP en Portugal, por lo que nada cabe esperar de unos dirigentes políticos que han probado hasta la saciedad su compromiso con las políticas neoliberales.

Advertíamos también sobre la especial responsabilidad de los dirigentes de Izquierda Unida, que habían captado una parte del descontento ciudadano. “Rebélate” era su lema electoral; muchas de las propuestas de su programa coincidían con las que figuran en el programa de Republicanos, con una principal y trascendental diferencia que justifica la constitución de la Federación Republicanos y su entrada en la pelea electoral como fuerza independiente:  la perspectiva política, la prioridad de la ruptura con el régimen monárquico, para avanzar en democracia..

La dirección de Izquierda Unida se empeña (lo ha hecho siempre) en atarse a los límites de la monarquía heredera de Franco, en ser parte del régimen constituido precisamente para no romper con el franquismo, para encorsetar los intereses populares en un complejo entramado de instituciones, normas y formas políticas que impiden realmente que los ciudadanos puedan tomar en sus manos las riendas de sus intereses. Y esta cuestión es la determinante de la política de la izquierda, pues sólo conquistando un nuevo marco verdaderamente democrático y republicano se pueden encarar las reformas que la mayoría social necesita perentoriamente. Sin esa ruptura, sin acabar con el compromiso de sostener el estado de cosas actual, ofreciéndose como mero gestor de lo que hay, únicamente cabe esperar más de lo mismo. Era inevitable que IU siguiera uncida al carro de la impotencia frente al retroceso histórico que vivimos y que amenaza directamente muchas de las conquistas del movimiento popular.

Lo nuevo es que a la primera oportunidad la dirección de esta coalición se ha unido al consenso contra el pueblo, violando deliberadamente el compromiso con sus propios votantes de hacer una política contraria a la que ha hecho la derecha y el social liberalismo: En Andalucía, donde el 25 de marzo pasado la ciudadanía propinó la primera bofetada a la ensoberbecida derechona e IU doblaba su representación parlamentaria con el lema:  “Andalucía con más fuerza, rebélate”, los representantes de esta coalición en el Gobierno conjunto con el PSOE, aprobaban un plan de recorte del gasto superior a 3.500 millones de euros.

Así justificaba el coordinador General de IUCA, Diego Valderas,  la medida: “En tiempos difíciles la obligación de los gobernantes es decir la verdad al pueblo…no había otra salida…aunque el plan tiene grandes dosis de injusticia, resulta imprescindible, porque la cuestión es sí o sí…se trata de una situación excepcional y las medidas tienen que ser reversibles en el menor plazo posible…Nos hemos encontrado con esta situación y somos corresponsables …”  Lo mismo que dijo Zapatero en mayo de 2.010 cuando empezó su plan de ajuste “por imposición de los mercados”; lo mismo que asegura Rajoy y su equipo cuando aprueban sus recortes cada viernes “por imposición de la UE”…

¿Cabía otra alternativa? Realmente habría que decir que el voto a IU apostaba por otra alternativa bien distinta: romper con el consenso, enfrentarse directamente con la política de la “corresponsabilidad” que movió a Zapatero, y antes a Felipe González, a encabezar los ataques contra las clases populares, para “evitar males mayores”.

Algunos compañeros se refieren a Syriza, la segunda fuerza más votada en las pasadas elecciones griegas, como la “izquierda unida griega”. Pero qué distinta es la actitud de una y otra. Aquella organización se ha negado en redondo a apoyar la política de la UE y sus mercados, forzando unas elecciones para el 17 de junio. ¿Es eso una irresponsabilidad? Por el contrario es auténtica responsabilidad y coherencia; es situarse del lado del pueblo, contra los mercaderes.

No caben justificaciones, ni disculpas. La cuestión es que la rebelión que preconizaba Valderas, actual vicepresidente del Gobierno andaluz y Consejero de Gobernación, se ha acabado en la primera ocasión en la que era necesario contrastar políticas.

Si los acontecimientos siguen desarrollándose como hasta ahora y a la misma velocidad, en el otoño, o incluso antes, el panorama político en España va a ser irrespirable: un bloque monolítico de fuerzas que en nombre de la “responsabilidad de Estado”, o del mal menor, continuarán con su brutal política de recortes que está creando condiciones sociales absolutamente insoportables y una ciudadanía incapaz de soportar por más tiempo esta asfixiante agonía. ¿Qué va a decir entonces Izquierda Unida? ¿Hasta cuándo se va a escudar en la “responsabilidad” para dar la espalda a las clases trabajadoras?

Decíamos, y el tiempo nos da la razón, que las fuerzas y dirigentes que se empeñan en gestionar los derechos ciudadanos en las instituciones respetando las normas del régimen borbónico, no son la solución, sino una parte importante del problema. Están conscientemente comprometidos (se consideran corresponsables, como señalara el propio Diego Valderas a la prensa) con la política del régimen. Su responsabilidad con el capital y la política neoliberal es evidente, por encima de la retórica falsa  que utilicen para engañar a los ciudadanos.

La situación en España bordea la catástrofe y la derecha se prepara para imponer el dominio de la oligarquía de la única forma en que históricamente lo ha hecho: incrementando la represión, silenciando la oposición, golpeando sin tregua los intereses de las clases populares. Los militantes de IU, del PSOE, todos los militantes de izquierda deben tener presente esta realidad y actuar en consecuencia porque el plazo se va acabando y todos debemos de asumir nuestra verdadera responsabilidad: organizar el campo de lo colectivo, de la lucha por los derechos democráticos, del futuro.  Y para hacerlo, la rebelión debe empezarla la propia izquierda contra aquellos de sus dirigentes que se niegan a entender la urgencia de la tarea.