C.Álvarez, nació un 27 de diciembre de hace muchos años…en Jerez de la Frontera. Su padre, capitán de Guardias de Asalto (cuerpo creado por la república,) fue fusilado por orden del siniestro general Queipo de Llano, en los primeros días de la sublevación fascista.

Portada del libro de C. Álvarez, editado por Aurora
Poeta, escritor, columnista y crítico de cine, su obra es enorme. A Carlos se le han colocado varias etiquetas que si bien cada una de ellas define realmente un aspecto de su obra, también la limita injustamente. Paréceme que las palabras de Aurora de Albornoz, recogidas por Jesús Felipe Martínez en su estudio «Mi lecturas de Carlos Álvarez»[1] aclaran la personalidad de nuestro admirado amigo:
«Carlos Álvarez es poeta testimonial siempre, pero si es cierto que, con frecuencia, da testimonio de hechos históricos de carácter colectivo, no es menos cierto que también puede dar testimonio de sentimientos o experiencias de carácter íntimo: que dedique poemas a Julián Grimau o a Che Guevara; que se solidarice con los mineros asturianos en huelga o con los hombres torturados por defender sus ideas, no significa que, en muchas ocasiones, renuncie a hablar de sus personales desilusiones, dolores, temores…»
Poeta testimonial, ciertamente, y mucho más. La lectura de los artículos recogidos en el libro que presentamos denuncia las injusticias, las falacias y crímenes del régimen franquista; las injusticias sociales, la persecución del hombre por pensar y ser consecuente con sus ideas; las torturas y asesinatos de «muerte natural» como subraya Carlos. Nada le deja indiferente, con agudeza, a veces utiliza la sorna como afilada daga, sus palabras son dardos.
Carlos es de los que no se rinde, ni cambia de chaqueta ni reniega de sus ideas. Es un ejemplo de honestidad y entereza ante tanto miembro de la «industria de los arrepentidos» (Benedetti). Cuando ahora muchos callan, se desdicen, «olvidan», Carlos sigue, habla y escribe con el coraje y lucidez que lo caracterizan.
En septiembre de 2000, en un gran acto homenaje a las víctimas del franquismo, Carlos pronunció un impresionante discurso, sí, impresionante que emocionó a las miles de personas allí presentes. El discurso íntegro está recogido en el libro, mas quiero citar un párrafo que por sí solo define la fortaleza y ánimo de Carlos:
« Es el odio que sembró el franquismo el telón de fondo sobre el que se desarrolla la tragedia que crispa el paisaje de Euskadi, y con él, el del resto de España. No estoy entre los que dicen que la violencia es siempre condenable, venga de donde venga, expresión que encierra una falacia, porque no creo que haya duda de que si un ser humano oprime a otro, si un pueblo oprime a otro, los oprimidos tienen todo el derecho del mundo a ejercer la violencia que restablezca el equilibrio y la justicia, y el opresor no tiene ninguno a seguir oprimiendo.»
Esta frase, entre muchas otras de Carlos, es de plena actualidad, para apoyar a la lucha del pueblo palestino contra el régimen nazisionista de Israel; o la del pueblo saharaui contra el sátrapa alauita, hijo de aquel hijo de lumia Hasan II, del que «nuestro» Juan Carlos de Borbón y Borbón se consideraba hermano…
Por cierto, dos regímenes opresores, auténticos genocidas, que si antes gozaban del apoyo, apenas disimulado, del gobierno del errático, por no decir tarambana Zapatero, ahora con un gobierno derechista a tope, con su cohorte de aznáridos y aznáridas, sometidos no sólo a los dictados de Obama, presidente de los EE.UU. (y no hay mi uno sólo de esos presidentes que no haya cometidos crímenes contra la humanidad), sino también a la Sra. Merkel, teutónica valkiria del siglo XXI, sin la grandeza musical de Wagner.
La mención al genial músico alemán, se debe a que nuestro Carlos es también un gran amante y conocedor de la música clásica, con una memoria extraordinaria. Cuando en Moscú, le presentaron en un acto oficial a Khachaturian, Carlos, ni corto ni perezoso le tarareó un fragmento del concierto para violín del músico ruso que se quedó boquiabierto, con “este joven comunista español”.
El mismo Carlos afirma su pasión por la música, mas esa pasión no le nubla la conciencia política:
“Mentiría si no reconociera/que Shakespeare más que Marx me ha conmovido, / y que Lenin no habita donde Mozart/ se acerca a lo que amo.
Pero si en Petrogrado un pueblo en armas destruye los esquemas de la Historia, y la Comuna de París resiste sólo un momento acaso más del tiempo que fuera razonable,
Se me olvida Beethoven, / y las coplas de la Internacional es lo que canto”[2]
No me voy a extender más, comentar la extensa obra de Carlos Álvarez, necesitaría una cátedra, que sin duda alguna vendrá. Ya, para empezar, en Jerez, en su Andalucía natal, hay una escuela que lleva el nombre de nuestro amigo. Sí quiero señalar, que hay obras de Carlos traducidas al danés y el sueco, en árabe, francés; que en Irlanda sus textos son utilizados en las universidades para el aprendizaje del español. Que fue propuesto para el Nobel de literatura por la asociación de escritores de Dinamarca que, además, en 1963 le concedieron el premio bienal de los poetas daneses.
Y de entre su obras, personalmente, destaco «Aullido de licántropo», de la que se han hecho tres ediciones, y parece ser, esperemos que así sea, no tardando mucho se editará la cuarta edición. De esta novela-ensayo, (no sé si es correcto definirla así), Ana María Matute, dijo que era una de las mejores obras del siglo XX.
Carlos fue encarcelado varias veces por la dictadura, conoció las celdas de castigo, las huelgas de hambre solidarias, penurias sin fin. Y allá en Carabanchel, escribió un hermoso y desgarrado poema, del que citaré unos cuantos versos:
«Mientras luchaba yo con mi cabeza/ doliente en una celda de castigo, / de madrugada descuajaron trigo/ de cinco espigas jóvenes. / Nobleza y error ya irreversibles./ No hay belleza./No hay ninguna belleza en lo que digo./Cinco cuerpos de piedra por testigo/pongo sobre esta abismo de vileza.»[3]
Esas «cinco espigas jóvenes» eran tres de mis camaradas y dos “abertzales” vascos, los cinco últimos fusilados por el franquismo.
Y para terminar, ahora sí, citaré un breve fragmento de las declaraciones de Carlos ante el tribunal que le juzgaba y condenó en febrero de 1975:
« ¿Es Vd. miembro del Partido Comunista?
-No señor
-Sin embargo, en su declaración manifiesta VD. Ser marxista y simpatizante de ese partido. ¿Es así?
-Sólo en la medida en que no constituya un acto de presunción, pues ser marxista presupone una formación intelectual de la que me encuentro lejos, como creo que ser comunista significa estar en posesión de una categoría moral de la que tampoco puedo presumir…
¿Es Vd. Como se afirma en el informe policial, totalmente desafecto al régimen?
– Si tiene alguna duda al respecto, le agradeceré que la disipe cuanto antes.
-¿Por qué?
– Quien tenga ojos para ver, cerebro para pensar y corazón para sentir tiene que estar, a mi juicio, activamente contra un sistema que significa la explotación y la degradación humana, el ahogo de la expresión, la exportación de obreros e intelectuales y la importación de futbolistas, y la hipoteca de la seguridad nacional, puesta en peligro por la existencia de bases atómicas extranjeras a cambio de su propio mantenimiento. Yo invitaría a todos los asistentes a meditar si la posible solución a nuestro presente, no se encuentra en el programa de la Junta Democrática de España, que comienza por la exigencia de la amnistía.»
Dejando de lado la pregunta referente a la junta democrática, de evidente respuesta, paréceme que la actitud de Carlos ante los tribunales franquistas fue en todas las ocasiones digna y encomiable
Este es nuestro hombre, de modestia ejemplar, de lucidez admirable para los que compartimos ideas y anhelos, y claro, aborrecido por los fachas, oportunistas, tránsfugas y cobardes de todo pelo y color.
El final del prólogo, C.Hermida aplica a nuestro amigo una cita de Bertolt Brescht, que Carlos rechazaba. Surgió la discrepancia. Discrepancia que se resolvió por la mayoría del prologuista y los editores: ahí está la cita.
Aquí acabo, por fin, mas por mor de la sinceridad, debo señalar que pese a la amistad que nos une desde hace años, el compartir ideas, muchas cosas, hay una seria discrepancia entre Carlos y yo: él no acaba de reconocer al gran dirigente que fue Stalin…qué le vamos a hacer, nadie es perfecto.
Raúl Marco
24. XI.2011
[1] “Tierra de Nadie” 8 (2008-2009)
[2] “Canatos y cuentos oscuros”
[3] «Versos der un tiempo sombrío», Editorial Alfasur, segunda edición.
Ateneo republicano de Vallecas: Presentación de “Las mentiras de Homero” de Carlos Álvarez.