La reforma laboral que acaba de ser aprobada por el Congreso es, además de injusta y reaccionaria, ineficaz para el fin que supuestamente se propone, ya que no sólo no servirá para crear empleo, sino que promoverá su destrucción, como ya se está viendo. Pero esta reforma no viene sola: como hemos visto, se enmarca en una ofensiva general contra los derechos de los trabajadores, encaminada a asegurar los beneficios de la patronal; una ofensiva que incluye recortes en el gasto social, especialmente en las pensiones, y el ataque a derechos colectivos tales como el de sindicación, el de negociación colectiva y el de huelga. Son medidas, por tanto, que pretenden también desarmar a la clase obrera ante las pretensiones de los empresarios en el futuro. El gran capital va a por todas y quiere laminar una por una todas las conquistas ganadas por los trabajadores en un siglo y medio de luchas
De esta manera, el Gobierno ha asumido plenamente su papel como gestor de los intereses del gran capital, al abrazar ya sin ningún recato la agresiva línea neoliberal que defienden el Banco de España, el Banco Central Europeo, el FMI, la Comisión Europea, etc. Se completa así el recorrido de unos años de “prosperidad” que han significado, en realidad, especulación sin freno, endeudamiento popular, empeoramiento del nivel de vida real y una reducción notable de la importancia que tienen los salarios en la riqueza del país, en comparación con los beneficios empresariales; y, sin embargo, los asalariados y pensionistas han declarado ingresos superiores a los de los pequeños y medianos empresarios, lo que pone de relieve la importancia del fraude fiscal.
Junto a ello, este Gobierno no ha ido más allá de las palabras, en seis años, al abordar el cambio del «modelo productivo», uno de los principales responsables del brutal aumento del paro. ¿Cómo, si no, se explica que Canarias y el País Valenciano tripliquen el desempleo del País Vasco? Pero ese cambio queda, con esta reforma laboral, definitivamente relegado ante las exigencias de banqueros, especuladores y patronal en general, mucho más interesados en mantener sus enormes beneficios que en el bienestar de la mayoría, por mucho que luego se llenen la boca de “patriotismo”. Porque hoy como ayer, los referentes internacionales de nuestras clases dirigentes son los países que producen con una mano de obra barata y sometida; es decir, que nos espera más de lo mismo: especulación, deslocalización, desaparición de la industria, servicios públicos privatizados y con empleo precario, fracaso escolar, pensiones de miseria, etc., etc. Ese es el «modelo económico español».
Sabemos también, sin embargo, que es posible abordar la crisis económica desde una perspectiva muy distinta, que tome como referencia los intereses de la mayoría trabajadora. Una política que aumente la inversión pública y el gasto social, protegiendo a los parados y creando empleo de calidad; y aumentando, por tanto, la importancia del sector público, incluidos los servicios que utilizamos la mayoría de la población: educación, sanidad, atención domiciliaria, etc.; que ponga coto al enorme fraude fiscal llevado a cabo, sobre todo, por los grandes capitales (¡70.000 millones de euros anuales!); que potencie los sectores productivos en lugar de las actividades especulativas; que garantice los derechos sociales y laborales de los trabajadores; y que incremente los ingresos por la vía de los impuestos al capital y a las empresas.
Desde este punto de vista, es indispensable que la Huelga General del 29-S sea todo un éxito y acabe con esta reforma laboral, como se ha conseguido otras veces. Pero, después, el problema político seguirá planteado; porque, para abordar esa profunda transformación económica, es necesario también un cambio político decisivo: los sectores populares debemos recuperar la iniciativa, debemos ganar el combate ideológico y la hegemonía social, debemos desbancar al puñado de oligarcas que, en realidad, mantuvieron intacto su poder tras la dictadura franquista, gracias al «consenso» de la Transición. Y estos son objetivos que sólo se podrán lograr si conseguimos romper definitivamente con el lenguaje, con las fórmulas y con los chantajes que esa herencia ha conllevado: construyendo la unidad de la izquierda en clave republicana; arrinconando a los caciques y el clientelismo con que día tras día envilecen y corrompen la política; asumiendo la cuestión de las nacionalidades como parte del problema de la falta de democracia; agrupando a los sectores obreros y juveniles que diariamente se foguean en la lucha contra la crisis; incorporando a los trabajadores inmigrantes a la lucha por un cambio del marco político…
La Huelga General está siendo ya un jalón de gran importancia para forjar esa unidad. Por eso, su trascendencia va más allá del rechazo a la reforma laboral y a una política económica antipopular. Debe ser el primer paso de un combate que va a ser duro; de un combate en el que debe forjarse la alternativa, amplia y reconocida por los trabajadores, que nos sirva para pasar a la ofensiva y conquistar un nuevo marco político, más democrático, en el que la voz de los hombres y mujeres del pueblo cuente por fin.
Plataforma de Ciudadanos por la República – PV
Miembros de la Coordinadora Municipal Republicana