El barómetro del CIS muestra algo que todos sabíamos: el 90% de los votantes fascistas se inclina por el PP, ese partido «de centro» que jamás condenó la dictadura fascista. Sin embargo, las encuestas han sacado a relucir otro aspecto que suele pasar más desapercibido: el mensaje de UPyD también cala en la ultraderecha, por lo que su líder, Rosa Díez, obtiene su mejor nota (4,61) en este segmento del electorado. Es también en este sector donde más encuestados valoran su actuación con un “muy bien”.
Claro que esto no tiene nada de extraño cuando hablamos de un partido que no es «ni de derechas ni de izquierdas», o que hace del «antinacionalismo» su bandera… para defender el nacionalismo españolista, claro; o que defiende la autodeterminación para el Sáhara, más que nada, por fastidiar a Marruecos («los moros», esa bestia negra de los fascistas españoles… salvo cuando los emplearon para masacrar a los españoles republicanos), mientras niega todo atisbo de federalismo para los pueblos de España; o que se niega a apoyar a las plataformas de apoyo a la educación pública, con la excusa de que se reivindica el valenciano (!); o que se abstiene en la votación de una reforma laboral profundamente dañina para los derechos de los trabajadores; o que goza del apoyo de “demócratas” como Jiménez Losantos (ese que llamó a atacar a los trabajadores en huelga el 29 de septiembre); etc., etc.
En fin, ese apoyo no es nada extraño, como decimos, cuando surge un partido que, mientras denuncia la corrupción de los partidos monárquicos (los representantes de la oligarquía, ese puñado de familias que ha controlado desde hace décadas la economía y la política españolas), se deshace en reverencias ante los borbones y su Constitución, que precisamente aseguran la pervivencia de esta situación; un mensaje muy querido, desde luego, para esos viejos joseantonianos que desearían sustituir a los ciudadanos que se implican en política (no confundir con políticos profesionales y aficionados a la poltrona) por un “jefe”. Y tampoco extraña que Rosa Díez despierte la admiración de los ultras cuando se llena la boca de «la nación española», al hablar de las diferencias entre las comunidades autónomas, y “olvidando” que las diferencias realmente importantes son las que se producen entre las clases sociales; que el problema no son Cataluña, el País Vasco o Madrid; que el Estado no debe asegurarse ciertas competencias para evitar los «agravios entre comunidades autónomas», sino para acabar con las tremendas desigualdades entre las clases sociales; unas desigualdades que han estado defendiendo, durante décadas, muchos de los que ahora votarán a UPyD.