—Al marginar a los miembros de la CUT, Diego Valderas manda un mensaje «marxiano»al PSOE, «estos eran nuestros principios, pero si no le valen tenemos otros». Un mal comienzo si lo que se quiere es defender un programa y unos valores—
Imaginemos que IU apoya la formación de un gobierno del PSOE en Andalucía aunque sin entrar a formar parte de él. Es un escenario posible si se consigue un acuerdo de mínimos, lo suficiente satisfactorio como para votar a su favor y con ello cortar el paso al PP, pero no lo bastante avanzado como para formar un gobierno de coalición. Este es un escenario perfectamente posible, pues una abstención o un voto a la propia candidatura por parte de IU situaría a Javier Arenas en la Junta de Andalucia.
El nuevo gobierno PSOE llevaría adelante su programa más algún gesto externo dedicado a IU, pero la cuestión es ¿Es este el gobierno que se necesita en este momento histórico?
Que no espere nadie que el PSOE por si solo, realice acción alguna como gobierno que combata de forma clara, pública y contundente las agresiones brutales del gobierno del PP. Fue el PSOE quien empezó esos ataques, ellos son los responsables en gran medida de la situación actual. Sólo si se les obliga, sólo si se les empuja con puño de acero, sólo desde un buen conocimiento y uso de sus contradicciones internas, se podría conseguir que el PSOE actuara con algún tipo de semidignidad política de mínimos como para poder establecer con ellos un acuerdo que corte el paso a la barbarie neocon.
No exagero nada. Quien tenga dudas que recuerde las palabras de Manuel Recio, exconsejero de economía de Griñan en la pasada legislatura. En un debate reciente, Recio se mostró como un ferviente anticomunista; su desprecio a cualquier crítica al capitalismo y a cualquier intento de defender valores de izquierda en la acción política fue comparable a los que día a día vomita la caverna mediática. ¿Es posible pactar la formación de un gobierno de izquierda con gente así? ¿Qué diferencia al PSOE de Manuel Recio del PP de Arenas? Tal vez que el PP es todavía peor, lo que como sabemos raya en lo terrorífico.
El PSOE, por si solo, como decía, no va a tomar medidas reales que cambien las cosas, y tampoco en el plano ideológico está en condiciones de combatir en la batalla ideológica de aniquilación que están llevando a cabo los neoliberales. Piensan lo mismo en gran medida, lo que les diferencia es que el PP tiene menos contradicciones internas y se siente más a gusto en su papel actual.
Recordemos que Rubalcaba se reunió con Rajoy a los pocos días de la Reforma Laboral como si la mayor agresión a los trabajadores en décadas no hubiera tenido lugar; y es que el PSOE es un partido «serio», con sentido de «estado», como el PP y jamás hará nada que «importune» a los mercados. Salvo, tal vez, que se logre obligarles, aunque para eso se necesita quererlo y saber hacerlo.
En ese más que posible gobierno Griñán con apoyo externo de IU, el PSOE tendría las manos libres más de lo que la gente podría suponer. En los temas de gestión cotidiana se mantendría la ilusión de un gobierno de «izquierda», pero en los temas centrales, cuando las agresiones arrecien y el gobierno andaluz tenga en sus manos resistir, denunciar y combatir legalmente esos recortes ¿qué creen que pasará?
Muy posiblemente, casi con seguridad, en esos temas centrales para la estabilidad del sistema, se impondrá la «responsabilidad» y el PP apoyaría las decisiones responsables de Griñán. Es decir, en los frentes en los que el dictado neoliberal esté en peligro, el voto del IU será irrelevante, pues el apoyo externo será dado por el PP. La aparente ruptura de los acuerdos será eso, aparente.
El PSOE está dispuesto a aplicar en Andalucía lo que técnicamente podríamos llamar «Línea Pérez», que tan buenos resultados dio a Joaquin Leguina en Madrid en los 90, consistente en un apoyo externo —sin coalición— cimentado en la corrupción y la cooptación de sectores del aparato de IU, que sería «integrado» discretamente en segundos niveles de la administración autonómica. El impacto de tal línea de acción en IU sería brutal, la batalla se trasladaría al interior de IU que se agotaría una vez más en enfrentamientos fratricidas.
En vez de combatir las políticas neoliberales y emplear todas las posibilidades de un Parlamento y un gobierno en romper el monstruoso muro del pensamiento único y aplicar medidas urgentes que ayuden a la población a sobrevivir, el gobierno «monocolor» de Griñan cabalgaría entre medidas superficiales y vacías por un lado y la colaboración con los saqueadores neoliberales que controlan al gobierno de Madrid por otro. El aparato de IU, reforzada su capacidad de control interno por su poder para cooptar a quienes sea preciso, algo que el PSOE andaluz estimulará incluso, puede ganar tiempo haciendo ver que las políticas «progresistas» no salen adelante por dos tipos de motivos: uno, la posición del PSOE y, dos, la posición de Madrid, eludiendo así su propia responsabilidad. La clave de este asunto es que si el poder, el de verdad, se siente en peligro, será el PP el que apoye al PSOE y viceversa.
No faltará quien diga que esta hipótesis es pesimista y se basa en una baja consideración sobre la realidad de IU. Tal vez. Pero responde a lo que ha sido la línea seguida por el PSOE y, desde luego, a la seguida por IU durante años en prácticamente todas las posibilidades en las que ha tenido la posibilidad de condicionar gobiernos de «progreso». En todos los casos el saldo siempre fue el mismo: el PSOE nunca vio condicionadas sus políticas en los asuntos realmente sensibles y toda la vitalidad de IU acabó reorientada a feroces combates internos entre partidarios de resistir y los partidarios de entrar al trapo de la cooptación y la corrupción: «la línea Pérez», la imperante en IU-Madrid desde principios de los noventa. Cuando Anguita insista en su teoría de la «guerra perdida» y la necesidad de una «nueva conciencia», debería recordar que el fue general en esa guerra y que alguna responsabilidad tuvo, por ejemplo, en consentir lo que consintió y en callar lo que calló. La «línea Pérez» es el escenario que Griñan confía que prevalezca y el que ofrece grandes oportunidades a los sectores más «emprendedores» de IU en Andalucia.
¿Pasará lo mismo en Andalucia?
Lo sabremos pronto. Un apoyo externo —votar la investidura—, no es la solución segura o menos peligrosa. Puede resultarle perfectamente funcional al sistema e incluso «más barata» al PSOE en términos de dinero y cooptaciones. Un acuerdo estable de apoyo parlamentario —que es lo que quisiera Griñan— es todavía más peligroso. El problema radica, adivinen, en la falta de fiabilidad de la propia IU. Si IU actuara realmente unida, pusiera toda su fuerza en la defensa de sus posiciones programáticas y tuviera claro las prioridades políticas del momento actual, si así fuese, entonces las cosas serían diferentes.
Por lo pronto sabemos que parte de los diputados de IU se han autoexcluido de las negociaciones previas a la investidura. Sánchez Gordillo y sus compañeros de la CUT se han negado a participar en una mascarada, pues, como ellos denuncian, su presencia en las mesas de negociación hubiera sido simbólica en el reparto de papeles que realizó la dirección de IU, no hubieran tenido ocasión de intervenir en ellas realmente. Esta relegación es algo, sencillamente, impresentable. Es también un error. Un principio básico de toda negociación de este tipo —compleja, difícil, con consecuencias— es que «los duros» debe formar parte de la comisión, sólo eso puede ofrecer garantías de que se van a respetar las reglas y los principios.
Al marginar a los miembros de la CUT, Diego Valderas manda un mensaje «marxiano»al PSOE, «estos eran nuestros principios, pero si no le valen tenemos otros». Un mal comienzo si lo que se quiere es defender un programa y unos valores.
La respuesta de numerosas asambleas de base de IU Ha sido valiente y decidida, exponiendo con claridad que se debe seguir una línea de firmeza apoyando la posición del diputado de la CUT y alcalde de Marinaleda. Nada de acuerdos si no Hay compromisos claros en temas clave.
El objetivo debe ser lograr políticas de gobierno
La situación social, económica y política es tremenda, dramática incluso. Poder sumar a la causa de los trabajadores el poder de un gobierno sería muy importante. Poder defender públicamente, con la repercusión mediática y política de un gobierno, la existencia de alternativas a los recortes y el neoliberalismo, poder defender un Banco Público, el fin de la privatizaciones, nacionalizar sectores estratégicos, una renta básica, el fin de los deshaucios y otras cuestiones básicas sería un gran triunfo. Se dirá que no existe margen para defender eso o aplicarlo, pero no es cierto. Lo que no existe es voluntad. Y si el problema es la voluntad ¿de qué estamos hablando?
Hacer política real consiste en convertir en medidas concretas y aplicables, los principios y objetivos de un programa político. IU tiene el programa, la negociación debería basarse en las acciones concretas que puedan desarrollarlo. Si niegan los del PSOE los principios, no habría nada de que hablar con ellos. Si niegan las acciones a negociar, también. En cualquiera de los dos casos, IU podría maniobrar para hacerles pagar un duro precio politico. IU podría explicar durante todo el proceso de negociación lo que no quiere el PSOE: no quiere un Banco Público, no quiere denunciar los recortes, no quiere parar las privatizaciones, no quiere plantarse ante los mercados… El PSOE debe recibir un mensaje clarísimo: está vez quedará claro ante los votantes que estás más cerca del PP que de IU si no cedes.
Para poder seguir una linea de firmeza como esta, se precisan algunos requisitos imprescindibles: coherencia interna, principios claros, buenos cuadros, sentido estratégico, pero sobre todo voluntad de victoria. Y un programa de gobierno concreto, con medidas concretas, creíbles, que le den confianza inequívoca a los trabajadores, no a los «mercados». Hay que hablar así, claro, alto, fuerte.
Es preciso sentarse a negociar con un programa de gobierno concreto en la mano, y estar dispuesto a decir no a acuerdos insatisfactorios. Sólo pueden ser buenos negociadores aquellos que saben decir no. ¿es este el caso? Lo dudamos.
Pronto conoceremos la respuesta. ¿Tendremos una declaración pública conjunta combatiendo los recortes, el apoyo a un nuevo Banco Público, acciones de guerrilla ideológica contra el gobierno de Madrid para demostrar ante la opinión pública la locura criminal de las políticas neoliberales? ¿Se traducirá eso en políticas concretas de gobierno en favor de los parados, de los dependientes?
IU está en condiciones de liderar la batalla ideológica y política contra el neoliberalismo, no se puede desdeñar su creciente influencia política en dos comunidades autónomas donde es la llave de un gobierno, una tercera donde tiene una posición fuerte, un amplio grupo parlamentario en Madrid y centenares de concejales y alcaldes. Pero toda esa fuerza no es suya, es fruto de la confianza, de la ilusión y la esperanza de cientos de miles de personas, de millones en realidad. Si ponen esa fuerza al servicio del sistema, si se comportan como una fuerza «responsable» y «sistémica», sin atreverse a alzar su voz y renuncian a presentar batalla en los asuntos clave, entonces IU estará acabada.
Hay amargura en estas palabras mías. Nace de la experiencia vivida. Suponer que quienes fueron capaces de tragar con la transición, con la impunidad del franquismo, el olvido de sus víctimas, los pactos de la Moncloa, la verdad sobre los crímenes de Atocha, la monarquía heredada de Franco, los que regalaron puestos de diputado a traidores confesos o inútiles manifiestos, los que se niegan a llevar la voz de la República las Cortes, ¿van a cambiar ahora? Pero si bien esto es poco probable, no podemos olvidar a los que nunca traicionaron, a los que resisten y tienen voluntad de victoria.
Una estrategia bien coordinada de lucha politica en las instituciones y en la calle, con una posición flexible pero firme en defensa de medidas políticas de gobierno concretas, es algo que tendría un impacto brutal en el muro que nos oprime. En estos días el combate se libra por la Junta de Andalucía: se debe luchar por condicionar ese futuro gobierno andaluz, y si alguien tiene que romper que sea el PSOE y muestre su juego. Hay que actuar con extrema dureza, proponer medidas drásticas, hablar con crudeza, tener el valor y la fortaleza para decir y hacer lo que la situación exige. Se puede y se debe darle la vuelta a la situación.
Debe presionarse al máximo para marcar el terreno bien, dominar el contenido del debate, imponer condiciones y, desde luego, redefinir que significa eso de «responsabilidad política» y «sentido de estado». Lo responsable es defender el bien público, los derechos básicos de los ciudadanos, los derechos de los trabajadores, decir no a los saqueos neoliberales y emplear toda la fuerza del gobierno andaluz al servicio de la mayoría. Sentido de estado es, para alguien de izquierda, avanzar Hacia la República. Estas son las líneas rojas a respetar. Cuando se es firme en los principios, se puede ser flexible.
Es posible. Y si IU tiene que reventar, que reviente. Clarificar posiciones es siempre positivo. Esta batalla que libramos es de tal envergadura que trasciende las siglas y las fronteras de partido, necesitamos crear un Frente de Izquierda amplio, un Frente Republicano que rescate, una y coordine a todos los dispuestos a resistir. IU, que está en las instituciones con fuerza, es parte de esa izquierda ¿estará a la altura de este desafío? Un desafío que es el que exige la mayoría de la base social de la izquierda.
Hablar claro, firmeza, valor, un programa adecuado, voluntad de aplicarlo. Se debe cortar el paso al PP, se debe lograr un acuerdo de investidura con el PSOE, pero solamente desde bases claras, y se debe pactar un gobierno, pero sólo para defender las políticas que la situación exige (banca pública, combatir los recortes, frenar al gobierno de Madrid, salarios dignos, stop a los deshaucios, inversión pública, etc). Si el PSOE lo combate, si lo niegan, si se oponen, la gente debe saberlo.
A resistir y a vencer. El gobierno de Andalucía debe ser una pieza más en esta lucha, un instrumento para frenar al enemigo, mejorar la vida de los ciudadanos ahora y poner las bases para avanzar hacia la futura República del Pueblo.